JAQUE AL REY
Le bastó la ejecución de unos cuantos movimientos para comprender que, como siempre, ganaría la partida.
Como siempre, escrutó a su enemigo con una sombra fija de rencor. Pensó, como siempre, que esa tarde aborrecía como nunca la imagen delirante de aquel rostro torturado, el gesto de embozada disculpa con el que su adversario demoraba, humillado ante el tablero desnudo de su vientre, el final de la partida, su inconcebible error. Pensó que detestaba esas manos, los desolados dedos que muy pronto treparían por sus muslos hasta vengar su dicha.
Adivinó el calvario, la locura, el martitio del horror y de la culpa en los ojos derrotados de su amante...
Hetaira, recuperando sus piezas.
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