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_____El blog de los Cuarentones

LA DIGNIDAD DEL SER Y DEL ESTAR

LA DIGNIDAD DEL SER Y DEL ESTAR

   

La dignidad... esa cosa intangible que vamos aprendiendo a defender poco a poco, que es difícil enseñar a los demás pero que todos sabemos reconocer dentro de nosotros. Esa cosa que se traduce en gestos y actitudes ante la vida pero que resalta mucho más cuándo vemos su falta o su manifestación en otra persona.

Ese gesto que con frecuencia se confunde con el orgullo, sobre todo por aquellos que no desean apreciarlo en nosotros porque ello conllevaría reconocer su propia falta, esa columna a la que uno puede aferrarse para levantarse tantas veces del suelo, ese vestido del color azul de la fuerza que en ocasiones debemos de ponernos con más voluntad que otras.

Ese maestro digno que hay dentro de nosotros y que en ocasiones nos dice que soltemos aquello que deseamos, simplemente porque no es bueno para nosotros, ese protector de estructuras internas del alma, ese demandante de realidades ocultas, ese alerta de la autoprotección de nuestra propia autoestima.
Ese abrigo necesario que muchas veces perdemos en el amor y en los afectos en general.

Esa cosa que habla dentro de nosotros, y a pesar muchas veces de nuestros propios sentimientos y deseos. Ese cante jondo y sentido, que voz rota desgrana una a una esas frases de:
 Te amo pero no acepto más rechazos de ti.
Si me amas me aceptarás como soy.
Soy la mejor que tengo, lo respetas o te largas.
Le amo pero me daña, o sea, que no me conviene.
No quiero esperar eternamente que me des lo que no me das.
No suplicaré una atención que no me dan.
No me sentaré a ninguna puerta llorando mi añoranza.
Jamás perseguiré, acosaré y demandaré afectos que permanecen en silencio.
El silencio otorga, lo tendré siempre presente.
Los afectos son acoplamientos no intentos de cambiar al otro.
... sin final de ejemplos.

El saber estar en paz consigo mismo no tiene otro camino que escuchar hacia dentro, y hacia dentro una de esas voces se llama Dignidad, pero en realidad hay que escuchar a todas las otras voces de dentro, que son varias y todas inestimables.

El traslucir y manifestar alguna de ellas de forma única, ayuda poco a encontrar la paz y el equilibrio de nuestro interior. Ensalzar de forma exagerada una de esas manifestaciones nos lleva a la pérdida de la cualidad de la misma, solo en esas ocasiones puede tornarse en orgullo lo que otrora fuera defensa de la integridad.

Sin dejar de apreciar que en ocasiones unas y otras se alternan siendo en ese momento prioritarias algunas de ellas. ¡Cuántas veces no hemos actuado sin la dignidad que nos merecíamos en aras de un propósito que nos parecía habíamos de salvar en ese momento!. Pero son cosas puntuales y con una finalidad concreta, falta que en éste caso que nos acaba dignificando a la postre.
Pero mantener esa falta prolongándose en el tiempo ya es otro cantar que incluso nos desmerece ante los ojos de la persona por la cual actuamos así.

Cuando nos embarga la duda y el temor de no actuar bien, hay una forma esclarecedora de comprobarlo, mirarnos desde fuera y ver nuestra imagen, imaginar que somos otra persona a la que estamos contemplando. Esa impresión recogida nos tiene que servir para cambiar de actitud si es necesario.

Desde el convento de las Ursulinas descalzas, les ha hablado una que ejercita esas cosas y que también observa desde fuera a sí misma y a los demás, tarea muy antipática y cansada pero necesaria para que el amén al cerrar la página del día no esté muy lleno de carbonilla.

No se molesten los susceptibles... ya me ha excomulgado la madre superiora hace tiempo, por eso ya no pierdo nada en seguir en mis treces.
Ahora me tiene castigada haciendo pastelitos dulces en la cocina del convento. Están de ricos... pero como soy de naturaleza rebelde sin que me vean... les echo un poquito de sal...

Elladice, que por decir no se paga.

04/10/2003 

  

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