HUBO UN TIEMPO
Hubo un tiempo de frutos reposados de paz, de risas como cascabeles prendidos en las estrellas. Mis manos dibujaban caracolas blancas salpicando tu orilla serena, cálida y nocturna.
En este tiempo, la miel cubría el horizonte sobre el mar y las olas fieles lamían las heridas de mis pies cansados del camino. Me hundí en aquella arena modelando un castillo donde guardar intacto el gesto repetido de extender mi mano para acariciarte. Sabía que soñaba, siempre lo supe. Enmascaré mi onírico pecado con palabras sin sustancia, mientras una cascada sin fín repetía en mi interior tu nombre tan querido. Y ese nombre llegó a ser parte indeleble de mi todo y se paseaba despacito por mis labios como un polizón en la barca de mis deseos.
Nunca me escuchaste nombrarte entre los pliegues de mi melancolía, nunca esa barca llegó al puerto de tu cuerpo dormido. Ahora es el tiempo de los frutos marchitos pero tu nombre sigue en mí atado al eco triste del silencio de tu alma y naufragan las palabras perdidas en un tiempo indefinido, entre la primavera y el verano.
Cuando llegue el otoño, lo reconoceré en el parque desierto que habita en mi corazón, donde sólo un niño se columpia ajeno a todo. Le diré que pare, que no vuele tan alto, que no intente seguir esa nube que continúa su camino por el cielo azul intenso.
Me mira y me sonríe desde mi propio desconcierto, en sus ojos adivino la esperanza, imposible pero terca, de encontrarte de nuevo en mi destino.
--Odissea--
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Titania -