HECHOS NATURALES
El mar no pregunta a las rocas si sus olas pueden golpearlas, ni el viento solicita permiso para mover las ramas de los árboles, tampoco el sol necesita la aquiescencia de la noche para surgir todas las mañanas, ni la lluvia interroga a la tierra sobre la idoneidad de su caída.
El plácido viento de tu ser ha ido agitando las ramas del pétreo árbol de mi interior, desprendió la impenetrable capa impermeable que lo recubría, haciendo retornar el alegre correr de la savia de la ilusión; después tus sentimientos sinceros y entregados rompieron en la roca de mi alma, salpicando de belleza mi mundo, cada gota de esos sentimientos humedecía un terreno otrora muerto, donde renacía vida, esperanza e ilusión solo con tu contacto.
El sol de tu amor, que veo siempre que estamos juntos reflejado en los soles gemelos que adornan tu cara, ha calentado mi corazón yerto y frío, convirtiéndolo en un volcán, crisol de sentimientos y sensaciones, amalgama de felicidad, de deseo, de necesidad de ese sol para seguirse alimentando de él.
Tu eres la lluvia a veces interrumpida, a veces maravillosamente continuada, que fertiliza la tierra de mi ser, a veces te siento suave como la llovizna que mantiene el verde en los campos de mi tierra, humedeciendo y dando vida con tus palabras, con tu risa, con tus tiernas caricias todo lo bueno que hay en mi. En ocasiones te percibo torrencial, como el aguacero que llena los embalses haciendo que rebosen, siento tu entrega, tu fuerza, tus labios y piel, llenando los míos de gozo y placer, de deseo satisfecho, y al mismo tiempo no saciado, mas bien insaciable. Porque ni en mil años me daría saciado de algo tan hermoso y maravilloso como tú lo eres.
Un guerrero bárbaro.
Gwendall
10/12/2003
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