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_____El blog de los Cuarentones

HISTORIA VERÍDICA

HISTORIA VERÍDICA  

Cuando yo era pequeña, y seguramente vosotros también, de eso ya hace décadas, solíamos jugar sin juguetes.
Vivía en un pueblo pequeño. No muy remoto, pero pueblo al fin y al cabo.


Cuando salíamos de la escuela lo primero era ir a casa soltar la bolsa, (así llamábamos a la cartera de la escuela), coger la merienda e ir a las afueras donde nos reuníamos por grupos entorno a los diferentes caminos que partían del pueblo hacia el campo abierto.

No teníamos ni polideportivos, ni pistas de atletismo, ni instalación alguna, ni siquiera existían esos nombres, pero subíamos a los árboles y nos tirábamos de las ramas; íbamos a una ladera rocosa y pulíamos los toboganes naturales, el historial de brazos y piernas rotos se remontaba varias generaciones; cuando una balsa de riego quedaba medio abandonada, era nuestra diana para llenarla de piedras con el “tiro a dar”; cuando caminábamos tranquilos por algún camino medio aburridos, a la voz de ¡un toro!? salíamos corriendo sin ni siquiera girarnos para comprobar si era cierto, hasta llegar a la primera casa del pueblo; en verano, recorríamos las charcas del río bañándonos, antes de que se secasen o que alguna serpiente se adueñase de ella; nos tirábamos de los ribazos abajo, cuanto más alto mejor, y hasta teníamos nuestras “oracioncitas”, a modo de sanfermineros, que nos libraban de posibles lesiones y no se por qué siempre funcionaban.

No ha salido ningún campeón de atletismo, pero será porque no nos hemos presentado a las pruebas. Cuando alguien hacía una hazaña o batía un record, en la escuela se corría la voz, y esa misma tarde todos éramos testigos de la repetición y hasta había quien se retaba a superarla.

Un día, Mary había descubierto un salto espectacular. En seguida se corrió la voz y aquella tarde nos congregamos un montón de críos al lugar de la cita. Era un ribazo muy alto que tenía debajo un estercolero ya viejo, que hacía las veces de colchón. Era ideal. Mary lo había estado probando la tarde anterior junto a su hermano y se había hecho la importante al descubrirnos aquel tesoro. Todo el mundo hubiera querido ser Mary en aquel instante.


Una que era muy decidida se dispuso a saltar, cuando Mary la cogió de la ropa, impidiendo el salto. Comenzó una discusión entre las dos, Mary se creía con derecho a ser la primera por ser ella la que había descubierto a los demás tan gran tesoro. La otra se enfadó por que le impidió el salto. Viendo que no saltaba ni Mary, ni la otra, ni todos los demás, tomamos partida por Mary, ya que había sido ella la descubridora. Así que se dispuso a saltar y todos pendientes de ella. Y cuando saltó ¡sorpresa!.Habían rellenado el estercolero con el contenido de los retretes.


No había en aquella época agua potable en el pueblo, y existían lo que llamábamos “comunes” para depositar nuestras incontinencias diarias, que se vaciaban cuando estaban llenos (ya que no tenían salida natural) y servían de abono a los campos. Pero cuando no era tiempo para esos menesteres, el dueño (cada uno tenía el suyo), lo almacenaba en estercoleros, haciendo un hueco donde volcaba tan llamativa carga, y procedía a su tapado con parte del mismo estiércol, que iba reabsorbiendo hasta que fermentaba.

  

Así que os podéis imaginar como quedó la pobre Mary, como quedó el estercolero y como quedamos todos nosotros y no hará falta que alargue más este escrito con detalles.


Invitado

18/07/2003 

 

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