SOSPECHAS

Al parecer estamos en tiempos de hipérbole y surrealismo. Me llegan estrafalarios comentarios sobre una cierta agitación en los senos despezonados de este transgénico mentidero caótico y ocasional. Me cuentan que, por aquí, se odia con el ímpetu de Atila, con la pasión que prende el keroseno, con la persistencia de la memoria y con la paciencia del Santo Job.

Siempre he admirado la sabiduría popular porque sabe sacarle al chisme toda la realidad esperpéntica que encierra la verdad más simple -y absoluta- y, a su inversa, toda la tragedia que puede encerrar el chiste verde más irreverente. Cuando unas cuantas almas, que no hace falta que tengan seso ?está bien dicho, sí-, se ponen a inventar consecuencias de unos supuestos, los supuestos se convierten en consecuencias de unas sospechas con suspiros. Es decir, quien más duele es quien más exagera sus suspiros.

Y hasta las gloriosas -y admiradas- sensateces apadrinan dislates y exhiben excentricidades ante carátulas extrañas que recuerdan unos trazos familiares, otrora deseados, allende proseguidos, agora denostados y, por ende, celebrados o humillados, por toda esa suerte de hordas en bálsamo colérico. Se disfrazan de carámbanos los rostros cuando miran de reojo los sainetes que te montan los chamanes y se cuelgan el rebozo las cluecas comadres churrulleras.

Todo un divertimento que confirma que nada es lo que parece y que, todo lo que parece, tiene visos de estar vacío.

Con todos mis respetos, por supuesto, y deseándoles que tengan el mejor de sus años.

__Perfido_

4/1/2005

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