ADULTERIOS, BARRAGANÍAS Y AMANCEBAMIENTOS
Corren tiempos de destellos. La luma ya no ejerce su papel romántico ni las palabras manan abundantes como antaño para despertar afectos. Ya no surgen alegres y vivaces fantasías para atraer voluntades que llenen los espacios vacíos de nuestro espíritu. Sólo el deseo de encontrar una forma física agradable, una sonrisa atrayente, una mirada sincera que encajen en ese espacio tallado que hace un hueco amplio. Y aunque no lo rellene a la perfección da igual. Para tres huidas de la monotonía no es preciso que todo se vista de perfección.
La superficialidad se expande en las relaciones íntimas y, tras ellas, sólo la indiferencia y la inhibición controlan nuestro pensamiento. Todo queda a resultas del paso del tiempo, del capricho, del acto reflejo del instinto animal y del impulso incontrolado. Nadie, ya, quiere dominar sus impulsos.
La sociedad se atomiza en millares de seres libres y solitarios que quieren ejercer esa libertad sin que nadie se entrometa, pero aborrecen la soledad. Egoístas y melancólicos; amos, pero siervos. Dueños de la nada y lacayos de tendencias mercantilistas. Mendigos de afectos vestidos de sonrisas brillantes, impecables figuras y semblantes rutilantes. Estilos de vida henchida de míseras oquedades.
Y quien no se abre a ese mundo, le cae la vida como una losa imposible de soportar.
Tengan ustedes una feliz semana.
Oscar_Lois
11/12/2005
2 comentarios
Senior -
Fantásticas palabras!
Saludos
Mityu -
El fingimiento recorría las salas del dieciocho, haciendo del cortejo un arte de salón, una estudiada combinación de elementos más destinados a matar el tedio que a conseguir amores verdaderos.
Es cierto que las soledades actuales, acrecentadas por el cultivo desorbitado de la individualidad arrastra una mezcla de hipocresía casi pueril con el desafío helado de no permitir la entrada a una torre del homenaje que se cae a pedazos por el silencio que golpea dentro.
La materialidad siempre anduvo entre los primeros puestos, aunque más moderada en sus ademanes.
Por otra parte, ¿Quién se resigna a no ser uno de los privilegiados que conozca la luz de esa luna?
Un saludo