Blogia
_____El blog de los Cuarentones

LO QUE PIENSAN LAS MUJERES

LO QUE PIENSAN LAS MUJERES

   

Tan ligero como el roce de unas alas de mariposa fue el beso que sentí el pasado domingo en los labios, justo a las 12, cuando ya era el día de San Valentín. Mi hijo se había ido a estudiar a casa de unos compañeros y nosotros nos habíamos acostado viendo una de las películas de vídeo que componen mi colección: la obra maestra “Lo que piensan las mujeres”, con Merle Oberon, Melvyn Douglas y Burgess Meredith, del director Ernst Lubitsch.

La abracé con todas mis fuerzas, la besé repetidamente con inusitada pasión y le dije que la quería, que le daba las gracias por estos 20 años de matrimonio. Ella puso uno de sus dedos sobre mi boca y, con una deliciosa y femenina mueca, me indicó que me callara, que no era momento para decir nada, que las palabras sobraban, que lo importante estaba en lo que seguían sintiendo nuestros corazones. Y debo reconocer que siempre tuvo un exquisito gusto para elegir sus prendas de lencería fina. Me fije que llevaba puesto el conjuntito de Eros Veneziani, de la línea italiana más picante, que se compró hace tan sólo unos meses. En fin, debo agradecer el entusiasmo y la pasión que puso en los momentos que siguieron. Pese a todo, no me importa reconocer que aquello no duró más de 5 minutos. Y es que...

¡Es que mi mujer me pegó un codazo en el estómago, con absoluta mala leche, y me dijo que me despertará, que estaba harta de que me durmiese a los 5 minutos de sentir el contacto con las sábanas!

¡Joder! Soñaba que estaba en la cama con mi vecina, la del noveno, la azafata de vuelo americana que vino hace unos meses a vivir a nuestra finca, una tía increíble que quita el hipo. Soñaba que me había casado con ella y que San Valentín había hecho un milagro con mi potencia sexual (en los temas de imaginación no necesito que intervengan los santos).

Mi gozo en un pozo. Me desperté sobresaltado, nervioso, con una especie de taquicardia que nadie se imagina. Y encima viendo el morro que me ponía la parienta, toda cabreada. Pero cuánta razón tienes Tejos, qué gilipollas que soy. Encima a la mañana siguiente se me ocurre preguntarle, con toda mi buena fe, si prefería que le regalase un ramo de flores o comprar un pollo asado para que no tuviera que hacer la comida. No puedo contar lo que me dijo, porque es muy desagradable. ¡Qué ingratitud!

¿Lo que piensan las mujeres?... ¡Ja! Eso no lo sabe ni Dios.

Paulito
16/2/2005

0 comentarios