ACARICIADO
Las seis y media de la mañana solo es una buena hora si es para llegar. Contraviniendo esa teoría, (extraída del decálogo del juerguista noctámbulo) justo cuando las campanas de las iglesias (esa es otra, sabéis que en mi pueblo las iglesias tienen campanas que se usan para dar las medias, los cuartos y hasta para tocar a maitines?) dejaban sonar dos pequeños toques cadenciosos, salía yo por la puerta, las calles recién puestas, la noche cercando a las farolas esperando su rendición; hace frío, los pocos que pasan lo hacen con paso rápido y cuerpo encogido.
Tomo el camino que se aleja del río, subo poco a poco la ladera del pequeño monte frente a mi ventana, el frío va desapareciendo cuanto más se empina la cuesta. Termina el asfalto, empieza la tierra, un pequeño cambio en el cielo augura que la noche está en retirada, llega la caballería en auxilio de las farolas. Sigo el camino, ya muy empinado, ayudado por las manos ahora sorteo jadeando unas rocas. Una parada para tomar aire, el cielo se ha teñido mientras de rojo.
Recupero el resuello y doy los pocos pasos que culminan el sendero, nada más llegar, el sol me regala su rayo primero, siento su caricia y su calor mientras voy recuperando el aliento. Paseo ya por la cresta del monte (es un monte pequeño) y me dirijo a la siguiente cumbre, un poco más alta, pero no demasiado lejos. Desde allí la vista es mejor, veo como el sol va despidiendo a la noche en las sierras que desde allí tan cerca veo.
Inicio el descenso y de nuevo llega el cemento, sorteo una fábrica y veo el sol dar vida a la ruina de un templo, camino a su lado y al del río, por aquel camino viejo, ese que sigue el curso del cielo, dos peregrinos sonríen tímidos, tarde empiezan el camino pienso, pero... casi mejor, el sol estos días es compañero bueno, ahuyenta el frío y no deja sin aliento. Paseo un poco con ellos, me preguntan sobre las iglesias, las fuentes y museos, me despido y cruzo de nuevo el río, parece que el pueblo se ha despertado, aún sigue el frío, pero la gente está más atenta, sonríe, saluda y pasea.
Llego de nuevo a casa, hora de comenzar la faena, hoy el sol me ha acariciado, pero también los árboles, el monte, las piedras, el camino y sí, también... sus caminantes.
Patxi
Knightma
29/09/2004
RE:
Propiciado por el post del colega Knightma, debo confesar que me he sentido acariciado aquí, en este bosque con olor a jara y a pino, en medio de esta tierra de la que brotan por miles los senderos que llevan a ninguna parte, donde el arroyo vaga cantarín entre las bruñidas y tersas rocas.
Aquí, en este espacio donde tantas veces nos han hecho sentir un mero animal que forma parte necesaria del paisaje, donde difícilmente obtenemos las promesas que nos vendieron… me he sentido acariciado, ¡créanlo! ¡hoy y tantas veces…! Y es entonces cuando noto cómo se expresa mi alma desde lo más profundo de mi ser… y amo.
La recidiva de los recuerdos se pone en marcha, incesante, abotargando los sentidos con las secuencias del pasado, …con aquellas ocasiones en que conseguí disfrutar el infinito, en que experimenté la sensación de haber escalado el cielo, y me siento, por ello, satisfecho.
Sé que muchos de ustedes buscan el amor eterno y que el destino os lo terminará deparando, pero no a mí, yo amo demasiadas cosas como para entregarme sólo a un camino.
Que tengan muy buenas noches.Invitado
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