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_____El blog de los Cuarentones

UN NUBLAO A INTERVALOS

UN NUBLAO A INTERVALOS

   

Y unas pinceladas de grises y tornasoles pintaron el lienzo del cielo, salió al exterior para mirar de frente, como a ella le gusta.
Unas tímidas gotas mojaron su frente y sus hombros desnudos, las dejó resbalar bailando sobre su piel, como ella suele hacer con las lluvias.

Hacía tiempo que ya no hacía aquella pregunta del porqué, simplemente intentaba moverse al mismo ritmo y callaba un poco más de lo habitual, como ella entendía la dignidad y el respeto. Pero aquel día costaba un poco más ser paisaje de la vida y por unos instantes entornó los ojos, como el que quiere mirar más allá del horizonte, no dijo ni pensó aquel “porqué” pero fue lo más parecido a como si lo sintiera y deseara hacerlo.

En ese momento, un estallido eléctrico rasgó la luz del horizonte...un trueno retumbó rabioso e impotente por no poder destruir todo lo que aun quedaba de pie a un tiempo.

Y lloró...el cielo lloró de improviso sobre ella, pero ella no se movió y dejó que ese llanto empapara sus ropas, y las vio pegarse sobre su cuerpo modelando cada una de sus formas y sintió el frescor de esas lágrimas torrenciales, pero no se movió, no dio un paso atrás, no se cobijó, no demostró que empezaba a tener frío, como ella quiere que la vean y sientan.

Su piel se quedó helada por fuera pero ella sentía calor por dentro, miles de fuegos sin apagar devastaban paisajes irrecuperables, que aunque de nuevo fueran repoblados nunca serian los mismos ni tendrían la misma ingenua belleza. Antes los repobló la Naturaleza, después debería ser la mano del hombre, su mano...No! no era lo mismo, nunca sería lo mismo....

Perdido el paisaje natural que existiera allí desde el principio de su existencia, lo que viniera después solo seria un loable pero sucedáneo al fin, así era como ella lo veía desde hacia tiempo.
Por eso aguantaba las lluvias sin que se moviera un solo músculo de su cuerpo, por eso parecía que no la mojaba la lluvia, por eso decían los que la veían que nunca se enfadaba en las tormentas, por eso ella no dejaba de sonreír, por eso parecía disculparlo todo.

La lluvia no moja tanto cuando uno sabe que el paisaje original desapareció hace tiempo, no se espera nada igual, solo se complace uno con las casuales semejanzas mientras duran, por eso odiaba el silencio y no poder mirar de cerca, como ella suele reclamar.

Y allí seguía ella, recortándose su silueta a intervalos sobre un cielo gris pintado de tornasoles, mientras una furia eléctrica se había convertido en el farol que alumbraba su paisaje de aquellas noches.

Elladice
20/5/2006

 

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