LA NEGACIÓN DEL OTRO
No sería ningún despropósito afirmar que la sociedad actual está de alguna forma supeditada a las decisiones que tomaron nuestros antepasados y condicionada por los discursos y las acciones de aquellas personas, del mismo modo que la sociedad del futuro depende en cierto modo de las que nos toca tomar a los que sobrevivimos el presente.
Hoy, no puedo negarlo, estoy convencido del yerro de fundamento en los dogmas sociales heredados y especialmente asqueado con los que estamos legando a la sociedad que se asoma al futuro. Basta echar un vistazo alrededor para percatarse lo mucho que por una u otra causa han cambiado los valores sociales. Aquellos años en los que el "yo" dejaba frecuentemente de ser dueño en su propia casa (como decía Freud) han pasado, desgraciadamente, a formar parte de la historia.
Ahora el fenómeno es justamente al contrario, el egocentrismo exacerbado está llevando a la colectividad al tremendo ademán de la negación del otro. El otro no existe o simplemente no es persona, existimos nosotros, unos entes que pese a tener una tremenda necesidad de comunicar confinamos nuestras voces al silencio más insondable.
Ya no se trata sólo de las emociones que se obtienen de cualquier competición deportiva o de competencia laboral y que son auspiciadas por la derrota del otro, porque, no nos engañemos, hablar de sana competencia no es más que un eufemismo. Es mucho más grave que todo eso; estamos padeciendo esta negación del otro a todos los niveles de la relación interpersonal y, por supuesto, y con mayor vehemencia si cabe, en el ámbito político y económico.
No cabe duda de que el aumento de la agresividad y la violencia es un claro exponente de este fenómeno social. Sobra con pararse a contemplar el comportamiento de los usuarios de la vía pública, de conductores y peatones, la falta de respeto por los derechos de los otros (si existieran), la falta de asertividad, la total carencia de previsibilidad (en relación con el comportamiento de los otros) y la omisión del mínimo deber del cuidado para con los demás.
Para colmo, hoy me desayuné con la noticia de la ejecución en California de Stanley Williams tras veinticinco años de prisión, después de haber sido rehabilitado y propuesto por seis veces consecutivas para el Nobel de la Paz, y, debo reconocerlo, ha tenido la virtud de ponerme de mala leche (¡maldito seas por ello Schwarzenegger!) y ha dejado claras muestras de dónde es capaz de llegar la especie humana en su recalcitrante estulticia.
Creo que es como para preocuparse.
Que tengan unas buenas noches ustedes los otros.
elzocato
13/12/2005
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