EL DISCRETO ENCANTO...
Ese verano estaba siendo el marco temporal de la conclusión de un ciclo en el espacio común. La atmósfera pegajosa actuaba formidablemente sobre los ánimos y suponía un cemento perfecto para cerrar el arco sobre sí mismo. Algo concluía para muchos habituales a la taberna virtual y los signos aparecían por doquier: la foresía recurría cada vez más a los chats, se sucedían las alusiones personales y los escritos autocontenidos se habían convertido en rareza. Por eso el foro hablaba cada vez más de sí mismo.
Como todo en esta vida, cuando se hace lo mismo durante mucho tiempo acaba llegando la necesidad de pasar página. Se imponía profundizar en el modelo de comunicación, personalizándolo y dando pasos en ese sentido; o el hastío toma cuerpo, se asienta e invita a dejarlo. Como no se trataba de actividades profesionales, ni aficiones, sino de comunicación y relación entre personas, solían aparecer las dos juntas y se potenciaban mutuamente. La materialización de la atracción, el desdén, la amistad, la admiración o el odio demandaba un cambio de escenario y la eliminación de lo superfluo. Eso no podía llevarse a cabo en el espacio común: más y en otro lugar. Y si no era posible profundizar, lo suyo era hacer mutis y respirar otros aires.
No hay nada más anodino y frustrante que las cosas que no evolucionan y los foros no son una excepción. Este espacio es cómodo porque uno se cree intocable hasta que le entran ganas de tocar al otro. Cuando eso sucede, y sucede, pueden ocurrir varias cosas que lo impidan o lo frenen: el entorno de uno no lo aconseja, el entorno de los dos no lo aconseja, el interés no es mutuo o existe miedo en uno de los dos, o en los dos. Muchas veces es una mezcla de esas posibilidades. Otras veces es un interés no correspondido en el mismo nivel, cuestión que aquí se presta particularmente a sacar conclusiones equivocadas. Algunos entran a jugar y acaban pidiendo la hora; otros entran a fastidiar y acaban fastidiados; otros entran a buscar y acaban sin ganas de encontrar; otros no saben exactamente a lo que entran pero acaban sabiendo bastante bien cómo salen; y, finalmente, otros no saben nada de nada. Muchos se creen inmunes respecto a los demás y acaban siendo presa de sí mismos, sin apenas intervención. Algunos se creen vulnerables y son realmente incombustibles.
Es un espacio trampa, porque empieza al revés: observas antes algunos retazos de pensamiento de una persona que a la misma persona. No has visto sus labios pero la oyes hablar; no has visto sus gestos pero la sientes actuar; no has visto sus muecas pero conoces sus gustos; no has visto sus ojos pero te has asomado a su alma. Lo de menos es que interpreten, mientan o sean volubles. Se han comunicado de alguna manera contigo antes de ser presentados. Y si no conoces nada, al menos conoces su habilidad para mentir y fabular. Y eso es conocer mucho más de lo que parece.
El cóctel de personas que frecuentaba el foro y aledaños más privados e inmediatos, como mensajeros, correos y chats, compartía una afinidad: el mismo foro. En la cabeza de uno de ellos se interpretaba con claridad las ganas de ser leído y leer a la misma gente, quería tener testigos de sus escritos o ser testigo de otros escritos. No le servía cambiar cada día de foro y no tener ninguna continuidad con los demás. Sabía que incluso los invitados eran casi siempre los mismos. Una forera de vida solitaria e independiente entraba casi exclusivamente a leer a una persona o dos, y quería ser leída por esa misma persona.
Los foreros tenían algo en común, se querían comunicar entre ellos por mucho que dejar un escrito o dar una respuesta no implicara nada. Era mentira, implicaba un anhelo común: reír, comentar, criticar y gritar entre conocidos perfectamente desconocidos. La novedad estaba bien e incluso era estimulante, pero la total pérdida en un mar anónimo donde te rodean cada día gotas distintas no le interesaba a nadie. Por eso todos los foreros se hacen asiduos a uno o dos foros, no cambian cada día de foro. Ni siquiera los que exclusivamente escriben como invitados.
Por las contradicciones del medio y los axiomas con pies de barro se producen tantas sorpresas entre la foresía. Algunos utilizaban las posibilidades para dar rienda suelta a sus rabietas, hacían gala de una prepotencia que jamás se habrían permitido en el cara a cara, proyectaban su enfado sentándose al volante de una máquina y chirriaban copias, pegados y se saltaban semáforos de bits, y stops de píxeles. Eran tan fácil y se estaba tan a salvo que fue la norma más que la excepción. Pero los habitantes se habían acostumbrado al ecosistema, con sus pirañitas, insectillos y ciclones de juguete. Las palabras perdían muchas veces su fuerza, y, con algunas excepciones, mucha de la parafernalia en campaña era una simple cadena de letras prostituidas, mercenarias al servicio de un complejo o de una hostilidad personal y mezquina. Primero enrareció, luego cansó y finalmente molestó como la humedad ambiente de aquel verano.
Alguna gente se daba cuenta de que estaba en un lugar lleno de tics y plagado de vicios, pero la singularidad del medio y sus mecanismos perversos en tanto que inversos a lo real empezó a ser percibido como oportunidad magnífica para compensar rutinas y vacíos. Era una lástima que se acabara queriendo más, pero inevitable. Muchas actitudes cambiaron y empezaron a mirar la taberna con otros ojos. Y se seguía queriendo más. Hubo personas que decidieron que alguien de la taberna entrara en su vida, o como mínimo lo pensaron insistentemente. Empezaba a fraguarse una nueva cultura y casi nadie tenía el doctorado, ni servían antiguas quedadas, antiguos encuentros e incluso antiguos amores o amistades, o antiguas decepciones. Porque algo entendía la foresía: aparte de la afinidad por el mismo foro no había ninguna más, era un medio increíblemente heterogéneo.
La velocidad y la ubicuidad que permitía el espacio común invitaban a todo tipo de intervenciones, pero se daba la paradoja de que el ejercicio de reflexión que requiere escribir a solas estaba modulado por la inmediatez y la accesibilidad del recurso. En efecto, uno escribía solo y en silencio, igual que leía, pero no mediaba tiempo ni límites físicos para soltar lo que a la foresía se le ocurriera en un determinado momento. Escribía la gente después del trabajo, en el trabajo, desde su casa o desde un ciber, en vacaciones o desde un móvil de última generación. El género epistolar con tecnología Web creaba no pocos monstruos. Y no pocas espontaneidades. Obviamente, era un medio nuevo y habría que asimilar sus encantos y sus aberraciones.
Un hecho que llamaba poderosamente la atención era la desinhibición para manifestarse, con nick habitual o con máscara. En cualquier caso, ambos eran interpuestos pero en uno se realizaba un seguimiento mental y en el otro no. Era fácil prejuzgar y mucho más fácil equivocarse, pero eso era un valor añadido para el buen observador: servía de termómetro para prejuicios, incondicionalidades y francas animadversiones. Sea como fuere, era informativo y daba un sinfín de pistas acerca de la personalidad otras personas; o bien, si más no, de sus resortes automáticos. Con la simple observación de los seguimientos, de la autoría de las respuestas y de los acosos y apoyos, no era difícil hacerse una composición de lugar que podía resultar mucho más fiel que las miradas o los gestos en el mundo físico. Filias y fobias que aparecían y desaparecían por motivos muchas veces desconocidos para la gran mayoría. Era un escenario perfecto para representar amistades, amores, despechos y desengaños.
La foresía jamás pudo obviar la mezcla artificiosa de edades, mentalidades y objetivos. Aunque había cierto filtro que disuadía el exceso de promiscuidad, porque hasta el más iluso se siente desplazado cuando los atributos objetivos son muy dispares entre y él y la media del grupo, se daban combinaciones que apenas existen en la otra vida. Esa heterogeneidad añadida a la propia del mundo virtual producía abismos, pronunciados como fiordos en los contactos instantáneos de chat y mensajería. Diferentes edades, diferentes etapas quemadas, diferentes educaciones... charlábamos varias generaciones de tú a tú. El resultado era en muchas ocasiones un verdadero diálogo de besugos, donde lo más importante para uno era absolutamente trivial para el otro, verdadero encontronazo de éticas y estéticas. Diferentes análisis para un mismo hecho, afectaciones distintas, indiferencias por lo opuesto. Era enriquecedor y esquizofrénico. Los roles abundaban y las enseñanzas volaban. Jamás se escarmienta por cabeza ajena...
Nadie está preparado para salir de aquí indemne o tocado a secas. El sabor final es agridulce, y casi toda la foresía había sentido alguna vez que este no era su lugar. Ciertamente, no era el lugar de nadie y era lugar para todos. Aquí convivían amaneceres y ocasos, esperanzados y derrotados, seguros e inseguros, equilibrados e inestables... la intersección de anhelos, necesidades, desengaños y objetivos no declarados. Era, en fin, el foro.
Saludos
Same
8/2/2006
http://foros.ya.com/SForums/$M=readthreadrep$TH=4523912$F=31311$ME=10973153
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