EN MI INSIGNIFICANCIA

No mido uno-ochenta y dos ni tampoco tengo los ojos verdes y mi bebida preferida no son modernos inventos de frutas exóticas. Digamos que huyo de estar en el montón, pero físicamente paso desapercibido. Chaparro y sin intención de aparentar ni tampoco de presumir. Y menos de impresionar. Puedo parecer imbécil a la primera impresión y padezco de insumisión cuando me tildan de fácil, dócil y obediente.
Ellas me gustan inteligentes, más que guapas; atractivas, más que elegantes; díscolas, más que sumisas; con carácter, más que obstinadas; con estilo, más que modernas; discretas, por encima de la significación ostentosa, aunque ilustres y destacadas en su especialidad.

Cuando leo envites hostentorios de medidas, tamaños y clases, -marcas- , incluso superioridad intelectual, pierdo todo interés, -siempre superfluo-, y evito de inmediato la continuidad. Aunque, guiado por mi irónica acidez, sigo los ritos de la buena educación para comprobar el total hundimiento de la pedantería en la más honda ridiculez.

Aun siendo de talle corto, no demasiado atractivo, breve de entendimiento y de sagacidad tardía, no envidio a los que pregonan sus encantos. Seguramente, estos son los que ignoran sus miserias a pesar de que, sin enterarse, son sus mejores cartas de presentación.

Feliz noche.

Oscar_Lois

12 / 2 / 2006

 

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