DESPEDIDA DE UN INCIPIENTE DESEO
Querida María:
Me dices que has encontrado a alguien de promesas imposibles. O meramente inciertas. Lo imposible caduca al salir de la intención y se convierte en palabra vacía cuando te habla de amor infinito y eterno. Quizá el llanto de la soledad te reserve una alegría compartida con tus propios pensamientos. O, quizá, el ansia de volar sobre la nube sonrosada y apacible del futuro soñado en armonía devore la nostalgia del fervor de tu pasado. Es la licitud de tus sueños que merece esa aquiescencia.
Ese príncipe, -tan gastado, tan vetusto, tan usado-, conserva entre sus dedos la pasión de dos momentos enclaustrados en la alcoba del deseo. Y del ensueño pasajero y del engaño y del recuento trasnochado. Y, también, del miedo acobardado.
Seas feliz, María, que bien te lo deseo. Sepas darle a tu vida esa luz y el colorido alegre que te lleve el alma, con el amor, al cielo.
Sin sollozos lastimeros. Sin arrepentimientos. Con todo mi cariño. Con mis respetos.
Coge el tren y que te acompañen los luceros.
Invitado
21/6/2004
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