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_____El blog de los Cuarentones

PAGAMOS EL PEAJE DE UN BESO EN CADA ESQUINA

PAGAMOS EL PEAJE DE UN BESO EN CADA ESQUINA

Llegaban las vacaciones y necesitaba pasar unos días sola, afrontar un verano en familia después de todo un año de trabajo se me hacía insoportable. Cogí una revista de viajes y decidí hacerme un regalo, siete días para mi cuerpo.

Siempre había viajado con amigas o en pareja, a la expectación del destino se unía la inquietud de comprobar como sería vivir unos días de plena libertad en un país extranjero, sin horarios que cumplir, sin grupo al que adaptarse, levantándome a medio día después de haber pasado la noche bailando.

Elegí cuba, el país siempre me atrajo, sus gentes me parecían la compañía ideal para perderme entre ellas, el idioma facilitaría las cosas, podría moverme sin guías, sin interpretes, los hombres tienen fama de cariñosos, las mujeres dulces y delicadas.

Llegué a la Habana, allí estaría los siete días, mi vista se alegró con esa luz especial, el viaje hasta hotel fue un descubrimiento de gentes distintas, pero tan iguales a las que podía encontrar en mi país 30 años atrás. El hotel era confortable, los empleados amabilísimos, parecía como si su tarea fuera, única y exclusivamente, hacerme feliz. En la habitación encontré una cesta de frutas, en ellas se mostraba la exuberancia de colores y aromas como preludio de lo que había de encontrar en Cuba.

Esa noche cenaría en el hotel, algo ligero, pero suficiente para que mi estómago soportara un par de mojitos, al terminar de cenar fui al bar, sentada en la barra, en un alto taburete, eché una mirada a mi alrededor, ¡dios, que hombres mas guapos!

En el otro extremo de la barra estaba él, un hombre alto, bastante delgado, el pelo algo rizado y muy negro, vestía un traje de buen corte, color arena, debajo una camisa negra, abierta, por donde asomaba algo de bello, sus ojos me atraían, pero sus manos se movían como si de mariposas se tratara, no podía quitar mis ojos de ellas, las podía imaginar revoloteando por mi cuerpo.

El camarero me puso delante un mojito, invitación del caballero, me dijo mirando hacia él, yo incliné la cabeza con mi mejor sonrisa mientras con los labios dibujaba un gracias. Se fue acercando lentamente, con movimientos algo indolentes, una sonrisa abierta y franca. Su cercanía me alteraba, no sé si era su altura o quizás su forma descarada de mirarme, tal vez esa mano que se posó en mi brazo presionándolo suavemente.

Bailamos y bailamos, no sé que me excitaba más, si su movimiento de caderas mientras me dirigía, ahora alejándome, ahora acercándome a él, o cuando pegado a mi bailaba una pieza lenta. El sonido del saxo haciendo de celestina. El sudor de su cuerpo embriagaba mis sentidos. Su mano en mi espalda recorriendo tenuamente con sus dedos cada centímetro. Su aliento en mi cuello quemándome de pasión. Ese tararear la canción con una voz insinuante y dulce...

Corrimos de la mano al hotel, en cada esquina pagamos el peaje de un beso, un beso largo y suave al principio, largo e intenso después, largo y penetrante mas tarde,... Nuestros cuerpos se necesitaban, ya no servían sólo los besos, mi piel clamaba por su piel, necesitaba su roce, ansiaba la presión de su cuerpo sobre el mío, me moría por hacerlo mío en un baile frenético de pasión desbocada.


Hoynosoybuena_

18/3/2004

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1 comentario

edu almonte -

cualquier tierra, por lejana que sea siempre nos vuelve a nosotros mismos. nos lleva al encuentro con pasiones huracanadas que están revoloteándose silenciosamente como mariposa atrapada en medio de la noche.
tu canción es sutil. y esta llena de vida y humedad.
salirse de los barrotes de la cotidianidad
pone nuestras alas de cara
al viento. y así se vuela mejor. abrazos.