DESLIZÁNDOSE LA NOCHE
Con la nocturnidad se vuelca el cántaro de las sombras silentes y hasta que el nuevo amanecer traiga la muerte de las experiencias del día anterior, el mar puede soñarse acariciando la arena de unos brazos deseados o estancando sus aguas entre las hojas secas de un paisaje inerte y solitario.
Sangra la vida lentamente, y en cada gota vertida se pierde la savia que al árbol le permitiría brotar una nueva hoja verde y exultante de deseos de nuevas y dulces experiencias. Gime el placer que no se siente en la piel y gimen los labios que besar quisieran sin tiempo ni mesura. El calendario empuja, consolida, destruye o eterniza.
Se cierne la oscuridad de la noche alrededor del manantial que mana de continúo desde las profundidades de un sentir, el sonido de sus aguas deslizándose por el tiempo sumado es imposible de apagar. Mientras, la voluntad juega al mus con la libertad de poder decir un tímido te quiero o callar entre las rocas y los hielos.
En el alero de una ventana cerrada, las estrellas iluminan las finas gotas de hielo que caen derretidas por sus luces, para bien o para mal en ocasiones la vida te empuja a paisajes insospechados y la renuncia va pesando cada vez más.
En el tablero, dos siluetas enmascaradas juegan una larga partida entre la mente y el deseo, mientras, el siniestro reloj de pared va marcando un tiempo de dejarse llevar o de dejarse morir definitivamente en los páramos helados de la sin razón.
Dicen que a grandes trazos la vida acaba siendo como la eliges.
Marcando la diferencia entre la abstracción y la realidad, una sonrisa para aquellos a los que no les desagraden letras extrañas.
Ghélida
24/1/2008
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