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_____El blog de los Cuarentones

HACE TIEMPO ESCRIBÍ ESTO

HACE TIEMPO ESCRIBÍ ESTO Con otro nombre, otro nick, otro yo....

Mi maniquí particular


En una arcaica y bienquista morada pasé los estíos de mis años mozos.

Ahora, lamentablemente todo pertenece al pasado: el campo de labrado que servía para jugar al fútbol, la plaza del pueblo, reunión de pululantes vejestorios que peinan canas; los tejados rojizos y los nidos de sus alares...!tantas cosas pertenecen al pasado! Y, encima de estos tejados, mástiles encorvados atiborrados de herrumbre sostenían viejas e inútiles antenas de longevas televisiones de blanco y negro.


Mis tíos me habían invitado a pasar el verano en su vetusta casa en compañía de su numeroso ganado, allá en la ladera de una majestuosa montaña, residencia de centenarios abetos y hayas, y lejos de las cuatro casas que constituían el pueblo. Cuando hice acto de presencia quedé maravillado por el lugar. Era un sitio de ensueño donde casi me atrevería a decir que los gnomos salían con el ocaso a montarse su propio festival, en el hermoso jardín que mis familiares tenían y cuidaban con sumo esmero.

Las personas mayores apenas me hacían caso, y esto me ponía de los nervios. Era joven y rebelde y no me entendían para nada. Me pasaba más tiempo discutiendo con ellos, que gozando de la naturaleza donde me hallaba. Tuve momentos de mucha tensión, incluso se me pasó por la cabeza coger del cuello a más de uno y cantarle las cuarenta.


La casa de mis tíos era enorme. Había un desván, y arrinconado, se hallaba firme, impasible al tiempo, un maniquí de tela polvorienta, que antaño, seguro, sirvió para alojar preciosos vestidos de mi abuela en sus tiempos de lozanía. Me hacía bien frecuentar ese lugar y hablarle al impasible maniquí. Le contaba cosas de la ciudad, del colegio donde iba, de mis amigos, e incluso, puedo deciros, que alguna vez, por raro que os parezca, me pareció verlo mover la cabeza como dando a entender que estaba de acuerdo con lo que le decía. Eso me motivaba a seguir y no dar mi conversación como inútil y abocada a un vacío olvidado, sin sentido.

Otras veces, y dado el cabreo descomunal que llevaba, enfurecido, visitaba el desván con el propósito de descargar mis iras con el maniquí. Le decía las mil perrerías y del mal que iba a morir. Gritaba fuerte y a nadie le molestaba. El maniquí no me devolvía la palabra ni tampoco se lanzaba a demoler mi integridad física. !Por fin encontré a alguien con quien meterme!, con quien vaciar mis entrañas llenas de rabia acumulada. Rabia que otras personas germinaron en mi tierra, aunque, a decir verdad...yo también tengo un carácter que a veces hay que darle de comer aparte.


Crecí, y dejé de veranear en tan precioso lugar; a la vez, nido de incomprensión.

Hoy en día, ya crecidito, vivo en una gran ciudad donde observo un estrés generacional habitual por donde paso; griterío innecesario, incomprensión por parte de muchos, problemas donde no los hay, y un sinfín de acontecimientos incongruentes, que, a veces, por no decir la mayoría, no tengo respuestas, salvo que a pasos agigantados vamos desvariando y degradando a no sé qué. No entiendo a la gente salvo esté en estado paladinamente crápula o ser potencialmente protervo. De nuevo, como en mis años mozos, se genera en mis entrañas ganas de pelea como si fuera un gallo de corral.

Me gustaría dar soluciones pero no vislumbro horizontes óptimos; por tal motivo, desde hace poco más de dos semanas he desalojado todos los muebles y otros enseres de una de las habitaciones de mi piso, y, ¿sabéis?: he colocado en un rincón un maniquí que pude localizar en un contenedor de basura; eso sí, de plástico y sin cabeza. Muy distinto al de mi niñez, pero entre nosotros: me hace el mismo papel. Ahora, a éste, le cuento otras cosas que nada tiene que ver con las que le contaba al maniquí de mis tíos, pero para el caso me es prácticamente servible. Me desahogo de lo lindo con él en esa habitación que es mi centro de locura. Incluso mostrándome rispo y nefario, no discute conmigo.

Lo fundamental es que me meto con un maniquí y sé que no le hiero, y consigo con ello, no dañar a quienes me rodean. !Todo lo paga el maniquí!

!Compraros un maniquí! Hacerme caso. Las personas cercanas os lo agradecerán.

Incertidumbre

19/7/2006

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1 comentario

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