LAS PUERTAS
Largo de tiempo, sin esfuerzo, lentamente, allá donde se sacia el hambre de la lengua, donde se unen los labios con las fresas, lo vio con su brillo oscuro ante sus ojos, silencioso, ávido de dedo y lengua, sediento de conquista... de diente.
Se abrieron piernas y agujeros de néctares que flotan nublando la vergüenza... entró la lengua y se oyó un gemido al tiempo que el calostro brotaba de aquel miembro, anegando una garganta. Sin vacilar, nuevamente, buscó los jugos que se ocultan protegidos tras la puerta de la espalda, y desierto de palabras... metió la lengua en la cancela que se eleva, negra, altiva, inalcanzable hasta el momento y protegida... por un mar de que vomita jugos de entrañas, agrios, dulces.
- te hago daño- preguntó... se oyó un gemido-
Lúgubre, como el terciopelo escarlata sonaban las notas de aquel violín en la radio, amontonando con su son la sangre de las venas en el cirio que se eleva como una tercera pierna, duro, altivo y orgulloso.
Al pie del aparador se agachó a colocar en un cajón las últimas ropas, negras, blancas, despojadas del olor de mil batallas, de sangre coagulada... y él atento.
La rosa negra abandonó el sepulcro, se alzó incólume y regresó al jardín de sus sueños olvidados ( ) . Se agachó y aquella lengua, húmeda, sedienta del polen jugoso de sus flores, hollaba una y otra vez perdida, por la entrada principal... y la trasera...
y ella... arañaba las paredes.
El viento recorría suave montes, cuerpos y turgidos senos. Él miraba, observaba en aquella intersección a las dos flores, la una rosa, la otra negra, la una coronada entre un bosque que es ausente a la batalla que se acerca... de avellana reluciente, la otra oscura como la noche en el desierto sin vegetación alguna, sin luna... duda.
Nutrido de sangre oculta por su espada renacida, de sangre que no mancha. Con los pies anclados de ella en la cintura, con la oreja devastada por salivas de hembra en celo... duda entre filtrar su espada por aquel gran poro oscuro, o que viva para siempre... coronada de avellana
Y ella que se lo consiente todo... grita.
Fue un juego ruin, sin fundamento. Fue un cáncer frío que acabó con los tejidos antes de formarse, flores marchitas de cabezas deformadas, sentimiento robado por la indiferencia, vómito de la inconsciencia, futuros que murieron antes de ser.
Aquellas pequeñas chispas de fantasía se iban devorando entre ellas una a una, sin religiosidad, ingeniosamente engañando para llegar primero, confundiéndose, queriéndose vivas. Al tiempo que, un nauseabundo olor giraba incesante por las piernas de ella, por el colchón donde reposa lo que en ambos es superficial... la espada. Una tos tuberculosa, residual, demente y trastornada, expulsaba flemas y espermas que buscaban delirantes la salida de la puerta oscura, donde se guardan tripas y fétidas traiciones, transformando su sueño de vida, en cicatrices sobre piernas doloridas, en mutilados cuerpos sin cabeza... en muertos antes de nacer.
- entre tanto, en un cuarto oscuro de una comisaría cercana, el inspector se cansó de las preguntas sin respuestas, de preguntas sobre acentos. Agotados los ánimos, encendió la luz y con sorpresa, contempló la silla vacía del acusado ahora ocupada... por un tiket de lavandería -
Jandalillo
11/3/2006
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Anónimo -
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