MI PRIMER AMOR
Se suele decir... que cuando uno no recuerda su primer amor es porque todavía no ha alcanzado la edad suficiente. Yo lo recuerdo hasta con detalles, como una experiencia próxima (aunque sean muchos los calendarios cambiados de la pared), así que debe ser que los años ya están haciendo funcionar la memoria a largo plazo de la avanzada madurez.
Apenas había cumplido los quince años; vivía en una zona en pleno auge de edificación y uno de los traslados vecinales llevó hasta aquel barrio una persona que, ahora lo entiendo, guió mi etapa post-adolescente y dejó su impronta en mi vida. De iguales años, la vida la trató bien y ya era toda una mujer, morena, cabello ensortijado, preciosa, solía levantar la cara altiva, provocativa, insinuante, segura de sí misma y con especiales dotes en el manejo de sus encantos naturales para seducir.
Desde el principio intuía lo que ahora sé, que aquel ser suponía un punto de llegada y de partida, que mi vida ya no sería la misma, que empezaba a sentir (y también a sufrir) de otra manera, que decía adiós a mi inocencia y sentía confuso el corazón. Aquella joven canija supo acariciar mi alma; sus sonrisas, sus caricias y el roce de sus labios me graduaron en el amor con la rapidez que ya quisiera cualquier docente para sí.
Las noches las pasábamos escribiendo notas de amor, que después, a hurtadillas, intercambiábamos, y en ellas dejábamos volar nuestra imaginación expresada a través de signos gráficos que entre ambos convinimos. No fue sólo una etapa extraordinaria, fue “la etapa”, una época casi mística que quedó guardada en un generoso rincón de mi corazón.
Apenas duró un año. Por aquel entonces las perentorias condiciones económicas de nuestro país hacían que miles de familias tuvieran que emigrar para subsistir, y la suya fue una de las muchas que eligieron el país germano como destino. No intercambiamos una sola misiva entre nosotros y bastantes años después, cuando andaba ya en brazos de la que posteriormente sería mi mujer, regresó y quiso que volviéramos a encontrarnos, pero el tiempo se había encargado de poner algo más que tierra entre nosotros.
Se suele decir... también, que el primer amor no se olvida nunca, y desde luego es un axioma que ahora ratifico. Después de aquella experiencia vinieron muchas otras, mejores y peores, pero, por supuesto, ninguna comparable a la primera.
Así fue... así pasó...
Eldoctorno
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