AGRIDULCE
Tumbada en la tierra, entre secos manojos de romero y al borde de la sombra centenaria de un chopo mustio y viejo, he visto la agonía de la tarde encendida de sol amarillento.
Se va la tarde clara, poco a poco extinguiéndose: una cortina gris y de azabache ha cerrado sus ojos y el silencio negrea sus paredes y nutre sus senderos. La tarde soñadora lentamente se ha muerto.
Yo, tumbada en el borde ya sin sombra de ese chopo agorero, y en la tierra desnuda de almidones, he visto un par de canas en mi pelo. Y mis años henchidos de hojarasca, le preguntan a ese libro que estoy leyendo por mi vida y aunque me costaría mucho vivir en un mundo sin libros, la realidad no está en ellos, puesto que no cabe entera... no hay respuesta.
Buena mañana tengan todos ustedes
Hetaira, en la dulce negligencia de las miserias cotidianas.
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