UN ABRAZO DE VERDAD
Paseaba esta noche por unas calles solitarias y frías, no había casi nadie ni nada, a pesar de que algunos se empecinen en ver multitud de esplendorosos árboles, escaparates repletos de posibles regalos, edificios acogedores..., en realidad poco menos que nada, solo los pasos que resuenan sobre el pavimento en una noche como las de siempre, con el mismo frío intenso.
En una esquina he visto a dos hombres abrazándose, no terminaban de separarse, no tengo ni idea del porqué se abrazaban ni me importa, aunque si me he alegrado de ver un abrazo de verdad, duraba tanto que no era corriente, uno de ellos tenia en sus mejillas lágrimas y el otro no lo rechazaba, lo abrazaba aun más fuerte y con más ternura, y no parecía importarles lo que la gente pensara o viera.
Era un abrazo, tan simple y grande como un abrazo, tan barato y tan caro como un abrazo. Y en ese gesto estaban solos, la intimidad estaba con ellos aunque estuvieran frente al mundo, como debe ser cuando las necesidades de dentro nos demandan una caricia para el alma.
No sé quién tenia más valor en el gesto, si el que abrazaba ofreciendo cobijo y ternura o el que tenia el valor de sacar sus lágrimas y pedir el abrazo o ambos que decidieron dar sin pensar si iba a durar poco, mucho o regular, si miraban o no, si era de noche o de día. Seguramente era el momento en que se necesitaba, ni antes ni después, justo cuando seguramente alcanza valores más altos.
Me hubiera gustado poder preguntarles qué se siente en un abrazo de verdad, de los que se dan cuando son necesitados, no en los de compromiso, en los de las prisas, en los dados con medio cuerpo ni de refilón, por amable simpatía o por marcar la pauta de un encuentro o despedida.
He bajado el ritmo de mi paso porque quería ver si aquel abrazo terminaba, a pesar de caminar con lentitud he tenido que pasar de largo sin ver el final de aquel regalo que unos llaman hermandad y otros afecto.
Nunca sabré el motivo por el cual se abrazaban aquellos dos hombres ni la causa del dolor en uno de ellos, tal vez porque la causa que motivó aquella necesidad sea lo de menos y lo más importante, lo que he tenido la suerte de presenciar, sea uno de los gestos más naturales y más afines a todas las calidades del amor, un abrazo de verdad, el que se da cuando se necesita.
Dicen que eso se llama amor, sin apellidos, solo amor, vestido esta noche de abrazo. Me pregunto cuantas veces creemos regalar amor a caudales entre amigos y familiares y somos incapaces de dar un abrazo de los de verdad y justo en el momento en que se necesita.
Saludos
Alfilpeonreina
11/10/2003
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