PAULITO, UN ESCRITOR

Apenas era un mozalbete y ya me comportaba como un pavo real que ansiaba ser visto y oído. Me di cuenta un día que le escribí una larga epístola a mi hermana mayor, en la que narraba las maravillas de mi opera prima, el placer de sentir el vértigo de tanta actividad frenética y los primeros tanteos con mi editor.

Eran cuatro folios llenos de mentiras que doblé cuidadosamente y deposité en la vieja estafeta de correos de la manzana, dejándome todavía más huero y vano de lo que ya estaba. Entonces no me di cuenta, pero por la ranura de aquel buzón se había colado mi primera obra, un relato salpicado por las falsedades de un chiquillo y sus ambiciones estrafalarias.

Yo era el primero y obtuso protagonista de la novelita corta que viajaría para Europa. El segundón de la misma y, sin embargo, el personaje más redondo, permanecía de pie mirando fijamente la carta que yacía en el fondo del correo, desechando tantas y tantas ideas rutinarias porque me habían parecido demasiado triviales para un elogio, una alabanza o un premio.

Ahora que ya me colecciono a mí mismo y pierdo la cuenta del número de libros, siguen sin venir las ideas perfectas, las de alto copete para altos honores. Nacen mis ideas de lo cotidiano, de las hagiografías, del escrutinio de lo ajeno, de los dolores y las ganancias. Sólo plasmo esto.

Las grandes musas las dejo vírgenes para los que se parecieron a mí alguna vez.

 Paulito

 21-2-2005