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_____El blog de los Cuarentones

LA ÚLTIMA PLEGARIA

LA ÚLTIMA PLEGARIA

Cerró la puerta que daba acceso a la lúgubre estancia donde se encontraba y quedó envuelta en una mudez sepulcral que casi hacía daño a sus oídos. Las pupilas crecieron en la penumbra hasta dejar sin azul el iris de sus ojos y notó aquel característico olor, rancio y penetrante, abofeteando sus sentidos, mezcla de cirios, muebles rancios y alcanfor.

Circunspecta, con movimientos suaves y sigilosos, llegó a la bocana del templo, levemente recortada por la tenue luz que irradiaba el tabernáculo, y se asomó sobre la artesa repujada de plata, entre níveos claveles, distinguiendo la varonil silueta de un rostro familiar descendido a su estado más puro: el de la niñez.

Hasta sus oídos llegaron retazos de aquella plegaria:
- ¡Perdóname, señor! por creer en sueños y por haberlos alentado...
- ¡Perdóname, señor! por haber deseado y ardientemente anhelado... por expresar con mis manos inquietas, por haber amado con los ojos cerrados...
- ¡Perdóname, señor...!

Tras el nirvana, se levantó parsimoniosamente pero con firmeza y con grácil caminar se dirigió hasta donde su vista ya no alcanzaba. Y de él... nunca más supo.

Elzocato 


RE:
Al amparo de la corte Celestial del Santo teclado
cerrados los ojos para amar y ser amado,
y en el templo me arrodillo ante Vos.

¡Oh señor!, castigadme por este acto
de impuro devaneo ardiente y profano,
que no haya monja sigilosa ni abadesa díscola
que me caliente la cola- boración diocesana.

En penitencia, no uno sino cuatro, mandadme juntos cuatro querubines de sonrosados pezones juguetones,
que si no muero en el intento os prometo evangelizarlos,
suave y húmedamente hasta... su total conversión.

Tras el nirvana, que fluya potente elixir caliente,
por siempre y sin intermitentes retiros
de arrepentimiento y conversión.

Por tu gloria y mi renovada devoción, que se cumpla el dedil decreto.

Amén. Sor María de los Pecados.

PS:
Un poco de seriedad penitencial, fraile Elzocato o lo voy a tener que excomulgar, otra vez nos toca la Salve que nos alienta más el espíritu por fa, nada de últimas voluntades.

 

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