CARTA ABIERTA A PÉRFIDO
Mi muy noble Señor don Pérfido,
A manos de vuecelencia van esas desnudas verdades, que buscan, no quien las vista, sino quien las consienta. (Tomado prestado de don Francisco de Quevedo)
Habiendo conocido en estos días, las muchas salidas que vos hicisteis por estos campos de la aforada Criptana, las muchas damas que repasasteis en vuestras andanzas caballerescas, los carnudos apaleados que recluisteis con el alma en bacinilla en sus tálamos maritales y toda suerte de desmanes y cabriolas sin fundamento que a nos, han llegado a través de lágrimas y cartas de dueñas, de actos íntimos de confesión o por medio de malidicentes carcajadas vuestras que aún resuenan en este espacio, preñadas de sarcasmo y otros puñales DICTAMOS para vos la siguiente sentencia que habréis de cumplir para acceder a la paz de ánima que tanto ploráis.
Para ajustar vuestras cuentas pendientes con los caballeros aforados, DETERMINAMOS que por una vez en la vida, haréis peregrino el camino Jacobeo iendo a postraros ante la silla catedralicia de nuestro Señor don Iago, en la lejana Galicia. Antes de ensillar vuestra caballería, habréis de pedir ayuda y consuelo a la Dama Milagrera quien preparará vuestro hatillo de ungüentos y pócimas mágicas que alejarán de vuestro periplo a duendes, truhanes, malas mujeres, cuentistas, patrañeros y dolores de dientes.
No iréis sólo en el camino. Debéis haceros acompañar de un paladín que escolte vuestra peregrinación. Minaya Simón, vuestro hermano y vuestro alter ego os acompañará. Llevaréis también como escudero al valeroso Señor do Castelo, de pluma y lengua afilada, necesitado como vos de purgas y exfoliaciones. Con ellos, oraréis diariamente y juntos blanquearéis vuestros desenfrenos pasados.
Mediado el camino, cerca del Arlanza, en los campos mesteños que arropan catedrales y monasterios, y con el alma ya en colada, seréis ungido Caballero de la noble Orden de la Cruz Aforada. La señora Ximena, Maestre mayor de la Orden os recibirá y tras la veladura de armas os elevará al noble rango de la caballería. Depositará sobre vuestro hombro una ilustre espada sacada sin contrapartida de algún libro del valiente Lancelot del Lago, del Palmerín, del preclaro Amadís o del Caballero del Febo y con el sempiterno gesto de ?Ximena, atávica, pernoctando voladuras ímprobas? peparará vuestra ánima para continuar fuerte el camino y redimir pecados y agravios ante el Santo Jacobo.
Acabado el sagrado itinerario regresaréis al doméstico hogar y prepararéis lo que serán vuestros trabajos y labores finales encaminados a conseguir el perdón y el respeto de tantas damas y dueñas como mancillasteis en vuestra lujuriosa carrera.
[...] Cada año y una vez por año, el postrer jueves del mes de las flores, celebraréis un encuentro de redención y limpieza, ladinamente conocido como ?Quedatum?. Convocaréis en la recoleta finca de recreo que doña Cloedia de Bragamonte y las damas pías de Puntasarriba disfrutan extramuros del mercado, en la ciudad de Barcino, a dueñas, señoras de corte, putas de rambla, camareras y azafatas reales, plañideras de foro, mujeres santas y todas aquéllas a las que en alguna ocasión prestasteis vuestros fálicos favores encandilándolas con vuesas pícaras sonrisas, vuesos dulces diálogos, las adelfas que mecéis entre vuestros dedos o la dulce peonía de vuestro reputado vástago.
Faréis las amonestaciones de manera pública y notoria para que ninguna dama agraviada por vos, pudiere quedar desamparada ante vuestras piadosas intenciones. Mandaréis misivas, anuncios, bandos y epístolas y contaréis para ello con el denuedo y la incondicionalidad de doña Violante Jos, que con su ingobernable incontinencia epistolar, os ayudará en vuestra singular batalla.
Reunido el gineceo, sentaréis a las damas en sus cátedras y a cada una diréis lo que cada una hubiera deseado oír de vuestros labios. A la donna que se afanó con tanto denuedo como ausencia de éxito, por introduciros en las cantigas italianas, la hablaréis de Lakmé, de Franz Lehar, de Puccini. A las mujeres bellas les halagaréis la inteligencia, a la dama del tablón le ponderaréis la dureza de sus pitones, recordaréis la sonrisa de la dueña sin palabras, bendeciréis el dulce sexo de la mujer frígida y recordaréis las maneras de ama de la Maritornes de cocina. Y a todas ellas les cantaréis sobre don Amor, porque todas ellas os amaron, pero con ninguna yaceréis ni a ninguna beneficiaréis con vuestros favores de varón.
Concluida la encomienda y purificado el ánima os retiraréis hasta el fin de vuesos días al monasterio de Santa María de la Sirah, en las áridas tierras de Carraovejas, cercanas a los pagos del Marqués del Riscal. Con la compañía del fraile Martín Códax, del hermano Pesquera y de Benoît de Sauternes, pasaréis vuestros postreros días, agotando la llama de vuestra existencia y así hasta que la paz del Señor venga a socorreros.
Se acabó de escribir este cuentillo, la víspera de la epifanía del Señor, del año de gracias de dos mil cinco.
Nihil scitur. Nihil Obstat.
APODICTIA
5/1/2005
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