PARA ÉL
Sé que usted me lee con entusiasmo y sé también que sus escritos nunca son cera vana (le regalo la expresión, ¡le gusta a usted tanto!). Cierto, usted me resulta un hidalgo de solar conocido pero usted confunde el escenario, mezcla cosas diversas, desdibuja las siluetas y ha organizado una mezcolanza extraña, confusa y hasta ridícula.
Claro que usted sabe dónde pongo las comas; le gusta a usted tanto que se las coloque justo ahí, en la comisura de la boca, a modo de clavel que revienta su sonrisa. Incluso sabe dónde coloco los puntos. ¡Me gustó tanto su ombligo la primera vez que lo vi!, ¡tan mal atado!, anudado con el pragmatismo sin dilaciones de un buen embutido aldeano y marcando la centralidad entre un bosque profundo de hojas oscuras y el gran árbol cenital que corona su mundo tan pronto como yo lo toco.
Sigo respondiendo sin orden ni concierto, eso sí, a su escrito. Dice usted que yo le reconozco a la legua, y no se confunde en esto, pero yo prefiero reconocerle a la lengua, es mucho más divertido. Humedecerle con mis besos, babearle, mojarle y aún remojarle con el sudor victorioso del esfuerzo orgásmico.
Comprenderá usted que ni mi estilo, ni mi clase ni mi apellido apuntan malas maneras, usted no dibuja mi retrato, dibuja el de una cortesana, una prostituta, una hetaira griega. Jamás ejercería de amante en la distancia, nunca jadearía ante un teléfono inerme y sin aguijón. Yo simplemente soy.... su puta.
Ana_Tema
17/6/2005
RE: TODO VA POR PARTES, AVECES (ÉL)
Hay a quien la naturaleza no les ha favorecido en casi nada: Les dota de una gran boca, (léase bocaza, en términos peyorativos -para que se me entienda claramente-), les da la gracia de poder aprender cosas, (digamos que son los listillos de pronto pago), pero su inteligencia es de una pobreza agreste, (podría tratarse de personal de colegios de pago que nunca dejaron atrás su estigma agrosexual ni su condición de inferioridad natural asumida -aunque disimulada-).
La prueba es que no entienden cuando alguien está hablando para el gran público ni cuando se emplean sinonimias ni cuando, en el fragor de un acentuado hervor dialéctico, las palabras forman parte de un holístico insulto, sutil y perspicaz. Es decir, que el análisis de cada uno de los vocablos, por sí solos, son anécdota desvencijada y, por ende, equívoca.
Lamento sinceramente, señora, que ni usted ni ninguno de los lectores, haya entendido mi última epístola dirigida a usted. Y mire que era fácil.
Cuando planteo una situación, no la escribo en términos de hechos consumados con alguien. Nunca pregonaría en público mis andanzas con una señora de pro. Simplemente traté de ponerla a usted en una vulgaridad; en el montón.
Sólo una persona, (avispada ella), entendió -subrepticiamente- que mi descripción les pasaba a la inmensa mayoría de las damas que corren por aquí, pero no que hubiera pasado con usted ni con alguna otra con las que anduve. Todas y cada una de las señoras a las que me ha unido algún afecto o algún momento de placer -aunque sólo haya ocurrido en la intención- merecen todos mis respetos y guardo un gran recuerdo de ellas, sin que quepa excepción alguna. Ello, a pesar de los despechos y sinsabores que hayan quedado en el remate de las rebajas.
A pesar de ello, señora, apuesto a que estaría usted encantada de disfrutar, aunque fuera en la distancia, de un susurro celular.
Vuélvaselo a leer, quizá logre entender lo que dije.
Sigo, suyo amantísimo.
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