ODA A UNA HIPOCRESIA
Diciembre, mes de promesas, de propósitos, de solidaridad fingida adornada con guirnaldas y música celestial.
Mes de falsas noches de paz, cuando la procesión va por dentro y aguantamos estoicamente a los que no soportamos el resto del año.
Llega la blanca y falsa Navidad, exaltada obligatoriamente, donde las buenas intenciones se hacen añicos contra el muro de la miseria, contra la soledad de los solitarios y contra la desgracia de aquellos que si malamente tienen para comer, menos tendrán para invertir en la “felicidad” que da el consumismo, difícil es mantener los sueños con el estómago vacío.
El presente está jalonado de guerras, hambrunas, injusticias ¿Qué hacemos para mejorar las cosas? No hay que pensar en nuestro futuro, sino en el de todos, y el futuro se nos presenta más como carbón que como nieve de postal navideña.
Por respeto a los niños, grandes protagonistas de estas fechas, demostremos que la Navidad es algo más que apariencia y consumismo. Que el espíritu de estas fiestas no nos quepa en unas bolsas de grandes almacenes. Que el cariño no se reduzca a un regalo.
En estas Navidades y siempre, hay que ser desprendidos, pero no tanto de tarjeta como de corazón.
Ojalá (rememorando a Dickens) existiera el Espíritu de la Navidad y que estuviera presente todo el año, ojalá que las guirnaldas, las lucecitas y la música celestial sean algo más que el disfraz con el que se envuelve la frivolidad del ser humano. Ojalá que aún estemos a tiempo.
--Dulcinea--
8/12/2004
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