CLAMANDO POR ALÁ
Te han dicho que no creas en Dios. Ahora va disfrazado de Satanás metido en los ropajes del miedo. Y del luto colectivo.
Cuando no hay qué llevarse al estómago, bueno es llenarse la cabeza. O el cuerpo de dinamita, tanto da. Las consecuencias son las mismas.
Las cosas increíbles siempre han entrado mejor en la sesera que las fáciles de entender. Aún y así, seguimos teniendo por enemigos a los romanos. Pero ya sé: hay quien piensa que no debemos tener enemigos y que se debe poner la otra mejilla. Pero no hace falta. Nos vuelan la cabeza entera sin compasión y, de un zarpazo, se te llevan todos los sueños. Y con ellos, los de la gente que te quiere.
Miras de reojo cualquier cosa extraña que descubres y desconfías. Ves un turbante y te cambias de acera. Y si no, rehuyes la mirada acomplejada siguiéndole con la intención.
Mientras tanto, a los que mandan, se les llena la boca de frases bien intencionadas y cautivas de su propia frustración. Todos recrean la misma expresión de fuga ante la cruel realidad. Atolondrados, incapaces e impotentes.
Así me siento yo.
¿Cómo llenar estómagos vaciando los encéfalos de fanatismos?
Regustosas noches y felices días de reposo.
_Cimon_
7/4/2004
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