NO TE SACARÉ A BAILAR
No sé, mujer, si alguna vez te has preguntado el porqué ellos se cansan tan pronto de ti. La historia debería de haber resuelto la incógnita y corregido la desviación. Pero la historia, en muchas de sus caras, es tan cobarde como el miedo y no se atreve a descubrir la verdad con la celeridad que se necesita. El fútbol -o los bolos o el frontón- siempre ha sido una excelente excusa. Pero no, no me refiero solamente al ansia de independencia ocasional; es esa amalgama de hartazgos repletos de silencios, respuestas desdeñosas y omisiones voluntarias que acompañan a las soledades mal soportadas. O a las independencias mal interpretadas.
No sé, mujer, si alguna vez has visto pasar la libertad en forma de añoranza y si te has atrevido a cazarla al vuelo para guardarte unos trozos en el estuche de tus pinturas. Quizá el color de tu carmín se vea un poco más pálido y tu sonrisa más amplia si consigues algún día pintártela para ti misma. Y si no, para esa ilusión que te espera a la vuelta de la esquina, aunque no le conozcas todavía. A lo mejor deberías probarlo.
Cuando sales al jardín de tus recuerdos, algunos ya marchitos, te encuentras con las caras que él (ellos) ponía(n) en todos sus apresurados trances, con aquellos momentos en que, todos a tu alrededor, parecían máquinas succionadoras de mimos, con la tristeza de quien nunca se ha sentido protegida, a pesar de que ellos decían tenerte como una flor de estufa, para reconocer, al fin, que todos ellos sufrían del síndrome de Adán por pensarse que la historia de la humanidad (y la de tu felicidad) comenzó con ellos.
Pero creo que ya se acabaron las dudas y los escrúpulos: Estás empezando a dejar de creer en las paridas de esparto.
Yo no sé bailar, pero ayudaré a Dios a que me enseñe mientras me encauso contigo.
_Cimon_
11/03/2005
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