POLICHINELA
Nada más quería ya oscuridad, una oscuridad que fuera llave para abrir su último puerto así arribar su vida; o llave para abrir algún ropero y guardar su cuerpo de muñeco roto, o acaso sí, con el viejo sol del mediodía, o una tacita de flores.
Cuándo la oscuridad era solamente una lejana promesa de miseria él supo del amor, de cercanía de los fondos verdaderos, de vida sin sofocos, sin miedos.
Escuchó años más tarde crujir la piel de sus pies desnudos por la madera de una vieja tarima y mirando hacia los niños se dijo: -para qué quiero yo héroes-. Les dejó a media función y miró hacia el viejo volcán apagando en su mirada, el fuego.
Hoy adorna el escaparate de una tienda, vieja, antigua, de cualquier lugar del mundo, no importa dónde. Cuándo llueve en el verano, tiene miedo, cierra los ojos y ve dentro de ellos una película de palabras enterradas, una muda película: escribe sobre ellas y en lugar de vivir..., hace señas a los niños para que no se detengan frente a él, porque él ya no tiene tiempo, él solamente espera oscuridad.
El local de al lado de la tienda dónde vive aquel triste polichinela es un bar, y en los bares ya se sabe que algunos de nosotros solemos escribir la contradicción confusa de nuestra épica..., que no borra la lluvia. Pero justo también es decir para mí mismo, que lo último solamente es, cuando yo no veo la luna y no me atrevo a cruzar la noche a la intemperie, entonces lo de antes, con sidra, con cerveza, o con orujo..., y como Ustedes han leído, me ha salido porque así he visto y he sentido.
Les saludo.
Xándalu
Jandalillo
25/9/2006
0 comentarios