ONCE UPON A TIME...
Érase un lugar virtual donde se halla la casa del sol naciente, en tiempos del futuro pasado, moraba en él toda clase de seres de nombres variados, algunos indescriptibles y sin significado aparente para los visitantes, aunque para los ciudadanos del lugar, eran entrañables y hasta cierto punto insustituibles en su mundo virtual, entre ellos se relacionaban como podemos hacerlo nosotros mismos en nuestro mundo, juntos hablaban, reían, lloraban y se amaban, y, en algunas ocasiones se permitían abandonar su mundo para realizar incursiones en el nuestro.
En el cielo de aquel lugar, había un ángel que no era consciente de serlo, derrochaba ternura y belleza más no era consciente de ello, al verlo de esa manera, Dios le ordenó, que adoptase forma humana, para ver si con esta medida recuperaba su conciencia de ángel, fijándole como única limitación, que nadie conociese su verdadera naturaleza; así se hizo, el ángel tomo forma de mujer, encarnándose en una princesa, y para no ser reconocido, plegó sus alas con cuidado, sujetándolas con el corpiño a fin de que nadie pudiese percibirlas, al tiempo que cubría su rostro con un tupido velo, de manera que no pudiese ser visto.
Transcurrido un corto espacio de tiempo, los habitantes de aquel lugar, se reunían en la plaza principal para escuchar a la princesa recitar poemas, o para deleitarse con su conversación, su filosofía o su humor que a todos arrancaba una sonrisa, la fama de la princesa traspasó las fronteras y eran muchos los caballeros que acudían a él, atraídos por la fama de la princesa, todos quedaban irremediablemente prendados de ella, más dada su condición de ángel la princesa evitaba cualquier compromiso.
Un buen día llegó al lugar un caballero, que en nada se diferenciaba del resto a no ser por la brillante armadura que portaba, haciendo que pareciese estar recubierto de plata, no era bello, ni tan siquiera joven o gallardo, de hecho nunca se quitaba coraza ni yelmo a fin de que nadie pudiese apreciar edad o falta de gallardía, pero su ironía, su humor, y el hecho de que siempre estuviese dispuesto a ayudar a los demás hicieron que su popularidad aumentase y llegase a ser apreciado por la mayoría. Como no podía ser de otra manera caballero y Princesa coincidían por las calles del reino, saludándose cortésmente, pero sin reparar demasiado uno en otro.
Más con el transcurrir del tiempo, la cortesía dejó paso a la admiración en el corazón del caballero, se sentía atraído por la vitalidad de la Princesa, y cuando se encontraban en el salón del reino procuraba provocar con su ironía que la princesa le diera replica, la ironía del caballero fue subiendo de tono, hasta que un día la princesa, con el ceño fruncido le preguntó el motivo de tal fijación, diciéndole que si se encontraba molesto por su forma de ser, ella gustosa se retiraría, él, reconoció la admiración que sentía, y desde ese momento las charlas entre ambos se hicieron mas distendidas y confiadas, así transcurría el tiempo, él esperaba con impaciencia la llegada de la Princesa y ella acudía un día tras otro a una cita que no era necesario realizar, porque ambos sabían que el otro acudiría.
En la plenitud de su amor, el caballero solicitó de su amada que le mostrase su rostro y luego salir ambos al mundo real, para disfrutar con mayor plenitud de aquello que había germinado en sus corazones, ella, con una mezcla de temor y enfado se negó rotundamente una y otra vez; desolado por lo que interpretaba como una falta de amor, el caballero retiro el yelmo de su cabeza permitiendo que ella viese su rostro envejecido por mil batallas, se despojó de la coraza dejando a la vista un cuerpo casi deforme, para a continuación despedirse de su amada, y abandonar el reino.
La Princesa en lugar de horrorizarse ante la visión de lo que ocultaba la armadura, se enterneció por ello, ya que ella misma se creía mala, vieja y fea, y envió al caballero una misiva en la que le explicaba: “sois de los míos tal cual yo hubiese deseado, porque yo no soy una joven princesa, sino alguien mayor, malvado y sin belleza, si pudierais ver mi rostro seríais vos quien huyese despavorido”, a lo cual contestó él “fácil comprobación tiene vuestra afirmación señora, mostrad vuestro rostro y si es como afirmáis al momento desapareceré, mas si como mi corazón siente vuestro rostro es bello como el de un ángel, habréis de darme un beso en el mundo real”, la princesa dejo oír una risa cristalina aceptando tal propuesta, y a continuación levantó su velo, el caballero enmudeció al instante, ni en sus mejores sueños habría podido imaginarse algo como lo que estaba viendo, un rostro bello, enmarcaba unos ojos brillantes como soles, y profundos como la inmensidad del mar, su sonrisa era como un amanecer entre tinieblas, su cuerpo envuelto en aquel ropaje (el negro le sienta tan bien...) era de una armonía inigualable.
Asidos de la mano, ambos salieron al mundo real, e hicieron realidad sus sueños, juntos se remontaron por encima de las cumbres más elevadas, juntos vieron amaneceres, despertaron abrazados por la mañana, recorrieron innumerables lugares llenos de gente, que a ambos les parecían desiertos, pues solamente tenían ojos uno para el otro, el caballero descubrió sus alas, se dio cuenta de que había sido bendecido con el amor de un ángel, más ella negaba reiteradamente tal condición, porque así le había sido impuesto, y continuamente hacía mención a que el caballero no tenía razón y que en su amor ciego veía virtudes donde solo existían defectos, ternura donde había rencor, belleza donde fealdad, y él impertérrito, bien consciente de lo que veía y sentía, con una fijación y un tesón que solamente tienen los enamorados intentaba que la princesa se viese como en realidad era. Sin conseguirlo, salvo en aquellos momentos que el amor se sobreponía a todo lo demás.
La tozudez del ángel encarnado en princesa colmó la paciencia de Dios, el cual hizo nacer en su corazón el demonio de los celos, este demonio fue tan eficaz que logró que la princesa alejase de sí al caballero de manera fulminante, al tiempo que ella misma abandonaba el lugar al que había sido destinada, emprendiendo un largo peregrinaje de retorno al lugar de donde había surgido, llevándose consigo además de sus eternas dudas la amargura de creerse engañada.
¿Y el caballero?, El caballero abandono el reino entristecido y abatido por su amor perdido, se despojó de su armadura abandonándola, y vagó una temporada por otros lugares virtuales, siempre disfrazado, cambiando de disfraz cada vez que era reconocido, a veces creía encontrar a la princesa también disfrazada, creyó verla en una chica cualquiera de un lugar cualquiera, luego en la hija de un rey, más ese sueño duraba solamente unos instantes, y al desvanecerse, su tristeza y desesperación aumentaban, pasado algún tiempo, nadie volvió a saber nada del caballero, como si se lo hubiese tragado la tierra.......
Pero cuenta la leyenda, que en un oculto rincón de la isla de Avalon, donde no transcurre el tiempo, se halla el sepulcro de un caballero recubierto por una estatua sedente, imagen que representa a quien allí yace, y quienes han podido ver tal sepulcro afirman que la expresión de la estatua es de total placidez, con una imperceptible sonrisa, y aquellos que se han aventurado a permanecer al lado del sepulcro dicen que algunas noches, un hermoso ángel desciende de lo más alto del cielo, sustentado por las alas más majestuosas que nunca se han visto, e inclinándose sobre la estatua, le habla dulcemente, y antes de partir deposita sobre los labios del caballero representado el más suave y tierno beso de amor que nadie nunca podrá dar.
Paseante2003
14/09/2003
1 comentario
Mityu -
Con mi cariño para la princesa y el caballero:
http://www.goear.com/listen.php?v=6055ae1