EL OLVIDO CRECIENTE DE SU VOZ
Para tí Cimón
Cotejadas las ansias actuales con todos los afanes vividos y con sus resultados, incluido también lo que cuestan los juegos de la imaginación, por lo que valen, el interés subido que prestamos a cada confesión, a cada cuento, a cada gran proyecto que se cuenta; dejando al margen los manejos de tanto tiempo invertido para desaprendernos, una se da cuenta cómo se devalúa la moneda de plata de sentirnos amados, cómo se gastan las palabras.
No volví la cabeza ni mis ojos lloraron cuando te alejaste, pero te buscaba en la masa de instantes, en el eco de voces superpuestas que me llamaban para qué sé yo qué.
Pero tu voz, la broma, tus retrasos, tus besos o el te quiero en susurro, esa voz fantasma que yo buscaba, era ya sólo el silencio que se graba cuando pasa la cinta de un contestador y nadie dice.
Ignoraba yo entonces de lugares de recuerdos que me esperaban y me ofrecían ensueños instantáneos, imágenes con nombre y apellidos que no quiero decir, dispuestas a quemar todas las venas una vez y cien más, si les tendía mis brazos.
Ahora, leer tu escrito ha sido el impremeditado paso atrás para reconocer una mirada, el latido punzante en medio de una frase rutinaria, el error al seguir por la avenida en lugar de doblar hacia la izquierda, el ademán fugaz que alguien usurpa siempre a lo lejos, al alzar los ojos entre la muchedumbre, que se sabe que es gesto de otro cuerpo, como el reflejo en un escaparate de un pájaro que cruza.
Ese hombre de traje gris claro y oscura corbata con su media sonrisa sabe que malgastó las ilusiones comprando una respuesta en cada esquina, ya ha visto que la noche nada guarda que no tenga que ver con despedidas, y yo aún miro una foto gastada que conservo entre algún mensaje suyo y el olvido creciente de su voz.
Por lo demás, yo conozco lo que sueño, aproximadamente, sé lo que pienso. Sé muchas cosas. Si lo miramos bien, sé lo que hay... pero aún hay muchos recuerdos.
Góngora
4/10/2004
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