PASEO POR EL ATRIO
Trajo la noche brisa de verano al convento
y me hizo salir de la celda presurosa en su busca.
Sorprendida del encanto de su faz estrellada
acerqué mi rosario a su pecho de luna,
agonía era mi querer tanto como su credo inhiesto.
Dulce tiempo que me aturde a contratiempo
de un encanto antiguo, como el aliento gregoriano
mientras las pavesas se deshojan al atardecer.
Y oigo un llanto que es sonrisa de antaño,
una constante vibración de mi celosía,
en la mente presurosa ora mi pecado
y me arrodillo ante el altar de sus sandalias
con la vista hacia arriba.
Credo en ti, credo en ti
oh pecador de mis ensueños!.
Cogí el cielo entre mis manos sin pedir permiso,
el fuego de su infierno me lo puse entre los labios
hasta los delirios de esta pasión sucumbir
y no cesé hasta que mi dios gritó un salmo.
La serenidad me cobija el alma inquieta
cada vez que recuerdo esta comunión.
y me hizo salir de la celda presurosa en su busca.
Sorprendida del encanto de su faz estrellada
acerqué mi rosario a su pecho de luna,
agonía era mi querer tanto como su credo inhiesto.
Dulce tiempo que me aturde a contratiempo
de un encanto antiguo, como el aliento gregoriano
mientras las pavesas se deshojan al atardecer.
Y oigo un llanto que es sonrisa de antaño,
una constante vibración de mi celosía,
en la mente presurosa ora mi pecado
y me arrodillo ante el altar de sus sandalias
con la vista hacia arriba.
Credo en ti, credo en ti
oh pecador de mis ensueños!.
Cogí el cielo entre mis manos sin pedir permiso,
el fuego de su infierno me lo puse entre los labios
hasta los delirios de esta pasión sucumbir
y no cesé hasta que mi dios gritó un salmo.
La serenidad me cobija el alma inquieta
cada vez que recuerdo esta comunión.
Sor Maria de los Pecados
15/5/2007
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