LA ESTÉTICA DEL FRACASO
Ando, entre canalla y displicente, cual personaje perdido en novela de Larra, provocativo en desdenes variopintos hacia mi propia inutilidad y mis fracasos. Y reconocerlo así, de entrada, es reírse de sí mismo, cual hiena ríe la naturalidad de su propia existencia y la de su enemigo. Ello va más allá de la falta de respeto a las reglas e invita a la reflexión a todas aquellas gentes que andan sumidas en el terror de la rutina, simplista y acomodaticia, obedientes sin complejos de la tradición social, provenga de condición burguesa, militar o religiosa. Es una manera, como otra cualquiera, de romper con refranes, fábulas y supersticiones, anclados en la más rancia tradición del sentir común sobre lo correcto, lo sensato y lo cortés. Falsedades vulgares al fin y al cabo.
Cuando volamos sobre la cresta de la ola, el éxito profesional, los triunfos personales; cuando nos sabemos amados y somos capaces de corresponder, no estamos haciendo sino una apología, mal copiada, de la estética socialmente requerida, aplaudida por el entorno y consentida por nosotros mismos. Lo que se llama vaciedad en la cumbre.
Sin embargo, hay que sentirse un paria social y sumergirse en antros ávidos de sexo y de cariño, pero faltos de sensatez, cuando se da uno cuenta de que el fracaso nunca deja de perder su punto morboso y trascendental.
Cuando Sócrates acarició la cabeza de Apolodoro y sonriéndole le dijo "¿Preferirías verme morir con justicia?", puso en marcha la estética del fracaso político versus el triunfo de la belleza del ideario social socrático. Y el desarraigo a las normas establecidas. Lo que no puede hacerse es "incurrir en ridículo consigo mismo, mostrándose ansioso y avaro de la vida (gloriosa), cuando ya no queda ni una brizna". Así que no queda más que beber la cicuta para cambiarse la pelambrera cuanto antes. ¡Y es que son tan evanescentes el sujeto y el objeto de nuestras representaciones!
Se dice pro ahí que los fracasos te hacen más inteligente, los éxitos más imbécil, por eso me resisto a ser del montón, huyendo de la credulidad, la rudeza, la simpleza y la mentalidad rancia y conservadora, de otro modo no podría soportar mi existencia.
En esta vida hay que saber jugar con las palabras aviesas sin que se te caigan de las manos y con los hechos arriesgados sin que se deteriore tu entorno.
Pero es que, las más de las veces me gusta escribir, no para decir nada, sino para condenar mi propia palabra, como hacían los decimonónicos; para hacerme ver a mí mismo que mis silencios siempre van mucho más allá que mis propias palabras.
Have you a nice end of weekend.
Oscar_Lois
11/6/2006
http://foros.ya.com/SForums/$M=readthreadrep$TH=4838798$F=31311$ME=11535393
Cuando volamos sobre la cresta de la ola, el éxito profesional, los triunfos personales; cuando nos sabemos amados y somos capaces de corresponder, no estamos haciendo sino una apología, mal copiada, de la estética socialmente requerida, aplaudida por el entorno y consentida por nosotros mismos. Lo que se llama vaciedad en la cumbre.
Sin embargo, hay que sentirse un paria social y sumergirse en antros ávidos de sexo y de cariño, pero faltos de sensatez, cuando se da uno cuenta de que el fracaso nunca deja de perder su punto morboso y trascendental.
Cuando Sócrates acarició la cabeza de Apolodoro y sonriéndole le dijo "¿Preferirías verme morir con justicia?", puso en marcha la estética del fracaso político versus el triunfo de la belleza del ideario social socrático. Y el desarraigo a las normas establecidas. Lo que no puede hacerse es "incurrir en ridículo consigo mismo, mostrándose ansioso y avaro de la vida (gloriosa), cuando ya no queda ni una brizna". Así que no queda más que beber la cicuta para cambiarse la pelambrera cuanto antes. ¡Y es que son tan evanescentes el sujeto y el objeto de nuestras representaciones!
Se dice pro ahí que los fracasos te hacen más inteligente, los éxitos más imbécil, por eso me resisto a ser del montón, huyendo de la credulidad, la rudeza, la simpleza y la mentalidad rancia y conservadora, de otro modo no podría soportar mi existencia.
En esta vida hay que saber jugar con las palabras aviesas sin que se te caigan de las manos y con los hechos arriesgados sin que se deteriore tu entorno.
Pero es que, las más de las veces me gusta escribir, no para decir nada, sino para condenar mi propia palabra, como hacían los decimonónicos; para hacerme ver a mí mismo que mis silencios siempre van mucho más allá que mis propias palabras.
Have you a nice end of weekend.
Oscar_Lois
11/6/2006
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