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_____El blog de los Cuarentones

DESDE HOY Y CADA SEMANA UNO

DESDE HOY Y CADA SEMANA UNO

  

Empecé a andar donde mueren las olas empachadas de sal y descubrí que mi desnudez era como las demás . No importaban tamaños de miembros, lorzas, adiposidades o que yo cargue un poco hacia delante, como si mi cabeza y mi tronco quisieran ir mas rápido que mis propias piernas.

  

Estaba en una playa nudista disfrutando de la libertad y de la sensualidad de ir desnudo. Me sentía como un pájaro, como un gato, un sapo o un alacrán, bichos todos ellos que tienen la sana costumbre de ir en pelotas, incluso cuando van de visita. Era uno mas de la fauna animal, liberado por un instante del maletín, los calcetines y las llaves del coche. No llevaba nada.


Después del impacto visual de los primeros instantes, mis ojos se acostumbraron a aquel festival de cuerpos bañados por el agua y el sol. El sexo femenino, tan venerado y codiciado como casi siempre oculto, se mostraba en la playa con la misma ingenuidad que un hombro o una mano, y me divertía ver como las vaginas parpadean, se hinchan o se contraen en función de las evoluciones de sus propietarias, de tal forma que casi parecen gozar de cierta autonomía de movimiento, como los dedos de los pies.


Había niños con cubo y palas, abuelas cegadas por el sol, paseantes charlando animadamente, jóvenes jugando a la pelota, mujeres bellas y otras no tanto, barrigas masculinas descomunales y vientres pétreos como el frontón de Amasa. También sonaban débilmente los móviles, acobardados por el estruendo de las olas .Todo era tan natural y placentero que mi mente culturalmente católica, luego castradora, emitía constantemente señales falsas de que aquello no estaba bien. Incluso mire disimuladamente tras los pinos para ver si acechaba la Guardia Civil, como ocurria en el Pleistoceno. Pero todo estaba bien .


Paula se encontraba de espaldas y yo, sin ropa, no la reconocí. Miraba simplemente su trasero con los ojos de un aficionado a la escultura clásica cuando se dio la vuelta de repente. Mi primer gesto, instintivo, fue tapar mis verguenzas con las dos manos, quizás el gesto mas absurdo que se puede hacer en un lugar como aquel. En ese instante descubrí que no me había liberado de los complejos. En cuanto vi a una persona conocida volví a ser el de siempre. Mi reino por unos calzoncillos.

  
Ella fingió en principio no haberme visto, hasta que se dio cuenta de que era inútil esquivarme.

 

Avancé hacia ella despacio, mi pene oscilaba alegremente al andar, toc, toc, toc... Desee sufrir una semi erección, para resultar mas aparente, pero no tenia yo el momento. Según me acercaba a ella, pensaba que yo era el empleado con la jefa mas bonita del mundo. A partir de ahora , soportaría mejor las tremendas broncas que me echaba en publico y sus constantes amenazas de despido. Ahora que sabia como trazar las curvas de su cuerpo el color de la areola de sus pezones.

  

Paula no hizo el menor gesto por taparse. Esperó a que me sentara fuera de su toalla, rabillo en arena y me dijo, muy despacito: " ¿se puede saber que haces tú en esta playa, imbecil?"

 

Mecachis

 

5 / 09 / 2002 

 

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