NIHIL OBSTAT
Así se expresaba en los libros la aprobación eclesiástica, nada lo impide, nada que objetar, todo es correcto y su contenido no removerá las conciencias. Aquí estamos cabalgando a lomos de un otoño de hojas doradas que atemperan los pasos y que atraen el frío. Tal parece que a este otoño le hayan puesto el sello aquel de "nihil obstat", no se remueven las conciencias, cada vez están más enterradas, las hojas, el frío, la lejanía hacen que los ecos suenen lejanos.
No sé por qué me viene a la memoria aquel poema genial de Alberti que decía "nadie que enfrente no hay nadie, que es nadie la muerte si va en tu montura. Galopa caballo cuatralbo jinete del pueblo que la tierra es tuya" Tal vez sienta en mi silencio que es hora de galopar, de que resuenen los cascos y se escuchen las palabras.
Ya veis, en lugar de melancólico el otoño me pone combativo, pero no me refiero al clima, ni siquiera a ese tibio sonido que a duras penas atraviesa la niebla cuando paseas por un bosque con mullida alfombra rojiza. Es otro otoño, ese recóndito lugar interno que acalla las conciencias, olvida los sueños, las luchas y acomoda al cotidiano decaer, la diaria tiranía que a base de rutinas y tedios bombardea lo que antaño, en primavera, eran hervideros en donde bullían las ganas de vida, de sueños, de utopías.
Hoy tengo el ánimo que pide poemas, llegó Alberti a socorrerme y en medio de ese paseo vespertino, aislado del ruido, paseando entre la hojarasca y el mullido verdor del musgo. La niebla se llevó girones de música de viejos vinilos y la aguja que hizo sonar esos vinilos, se clavó en mi piel, despertando de mi otoño.
Mis dedos ansiaban galopar, sobre el teclado, arrostrando el viento y el vacío, venciendo a la niebla y hasta al frío, a galopar, a galopar, hasta ... despertar el verano, y la sonrisa, y el aroma de azahar.
Hoy es uno de esos días extraños, no hay motivos pero me apetece reverdecer aquel viejo poema, "a la calle que ya es hora de pasearnos a cuerpo, de mostrar que pues vivimos anunciamos algo nuevo".
Adivináis si pensáis que nada más llegar ahora mismo del paseo he encendido el viejo equipo, el plato giraba de nuevo, el vinilo sentía la caricia de la aguja que a modo de transfusión le prestaba la melodía al viento. Cantaba en el Olimpia, aún recuerdo cada verso.
Prefiero que el otoño sea solo un tiempo y no un estado donde todos recalamos cuando nuestros sueños caen al lado del camino yertos.
A mi me encanta el otoño, me hace sentirme vivo aunque la melancolía use todas sus armas de asedio.
Pero también me encanta leer y polemizar, escuchar música y pasear por la playa, por el bosque, por la ciudad, por el cielo (no empecemos de nuevo, que tras Paco Ibañez se asoma Dylan con sus piedras que ruedan y sus llamadas a puertas en el cielo).
Tarde de otoño, que bien me siento, esta tarde he paseado, luego iré a que un amigo me hable del muérdago, de espíritus rebeldes, de energías y péndulos.
Y mientras aquí se quedan las palabras, no enterradas sino sembradas, yo me llevo las ideas, pero algo de mi queda con ellas, paseadlas, sin rubor, haced que no se queden quietas. Son solo palabras no aquellos viejos sueños que quedaron hace tanto, yertos.
Patxi (Knightma) 4/11/2004
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